Desde la plaza
de l’Ajuntament inicia el peregrino el ascenso hasta la ermita, siguiendo el
camino del Santísimo Cristo. Este le conduce hasta el barranc de l’Infern,
sorteado merced el puente construido durante el siglo XVI, formado por un gran
arco de ojiva de piedra de sillería y sendos contrafuertes en cada extremo.
Atravesado la Esgoladora o tobogan natural que hacía las delicias de los niños
le invita a detenerse y contemplar les Covetes dels Moros. “El camino para
subir a ella será de doce palmos de ancho, bien empedrado, formando revueltas
con sus respectivas casitas de estaciones, de buena fábrica” (Diccionario
Madoz, IV, año 1846). Estas, llacentes en la ladera, han sido sustituidas por
las actuales capillitas blancas de “hueco bajo arco formalete, tejado de
barraca, reja resguardando el bajo relieve y cruz de hierro” (Lluch Garin,
Ermitas).
La meditación
de vía crucis hace lisonjeras las prolongadas pendientes mientras observa como
“sobre la cumbre de las montañas la muchedumbre de casitas moriscas se apretuja
y hacina” (Azorín).
La ermita de la Virgen de los Dolores otea
desde lo alto. Despojado Jesús de la
túnica se acerca a quien tejió su cuerpo, María, la Madre Dolorosa. La fachada
de la pequeña ermita consta de tejado de doble vertiente con cruz de hierro
rematando el hastial o parte triangular, puerta y en el lado izquierdo panel
cerámico con texto donde se invita al caminante a rezar las siete avemarías en
honor a los siete dolores, contemplar a la Virgen al pie de la cruz y
reconocerse pecador.
La imagen
preside el interior, acompañada por los cuadros del arcángel san Rafael y la
Virgen del Carmen.
Lectura: Oseas 3, 22
Oración:
Padre, te
escucho: “me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor”. Arrepentido
de mis pecados acojo tu Palabra, la
repito interiormente y te rezo. Ayúdame a como María y Jesús de todo lo que
amo, para así, desnudo de mis deseos y sueños, conocerte a ti, haciendome uno contigo, tu voluntad sea mi
voluntad.
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