Abandonando
Sagunto y ascendiendo por la Autovia Mudejar y la CV 329, desde la salida de
Estivella, el caminante se adentra en la sierra Calderona. Allí en la ladera
que desciende hacia el río Palancia, bajo la atenta mirada de los cerros del
Garbí, la Mola y el Prat, embriagado por el aroma del romero, recorre las
calles de la pequeña población de Segart. Localidad unida al siervo de Dios, D.
José Bau Burguet, quien vivió allí los primeros años de sacerdocio en esta
parroquia (1892-1902), donde Dios campea a sus anchas y el alma se llena de su
Presencia. De ella escribió D. José Sanchis Sivera: “son patronos la
Inmaculada, Ecce-Homo y la Santísima Cruz, que tiene una ermita dedicada, en
cuyo honor se celebran las fiestas”.
Es al final
del calvario y el zigzagueante camino de tierra que arranca desde la calle
dedicada al Dr. Bau donde se halla el pequeño edificio del s. XVIII, de planta
octogonal, asentada sobre el basamento de mampostería y coronada por una
cupulita de tejas rematada por una bola de piedra y una crucecita de hierro.
El interior
puede contemplarse mirando a través de dos ventanas situadas en la puerta,
inscrita ésta en el arco de medio punto con fajón de hierros. Es circular y sin
apenas decoración, presidido por un retablo con su hornacina. Luis B. Lluch
Garín relató en 1963 la conversación con el párroco D. Enrique Gil Guillem:
“bajan la cruz a la parroquia y celebran misa de comunión y luego la solemne
con sermón. Por la tarde la procesión, que recorre el pueblo, la subida a la
ermita y la bendición desde lo alto”.
Lectura: Colosenses 3, 1-3
Oración: Padre. Contemplo
el bosque y fijo la mirada en la ermita. Leo a tu hijo Pablo: “resucitado,
buscad, pensad, vida escondida con Cristo”. Recuerdo a D. José Bau, paseando
por este lugar, meditando la pasión de tu Hijo, escondido al mundo para vivir
en ti. Con mi corazón penetro en la ermita. Es tiempo de apartarme hasta de mí
mismo para sentir tu mirada, la calidez del corazón traspasado, abierto.
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