Regresa el peregrino al Camino del Cid,
tejido los senderos y carreteras son memoria del caballero cristiano.
Adentrándose en la comarca de la Ribera Alta, encuentra el municipio de
Benifaió y después de visitar las torres de la plaza y Muza o “de l’Horta”,
evocadoras de las fortalezas conquistadas con la espada Tizona, así como la
iglesia de san Pedro, desciende hacia el sur. Y en la confluencia de las calles
Ausias March y Ermita encuentra este santuario.
Escribió José Sanchis Sivera: “cuenta
con una hermita en honor de Nuestra Señora de los Desamparados” (Nomenclator,
pg.120), pero desgraciadamente el edificio situado más cerca del centro urbano
fue destruido en 1937. Los vecinos no olvidaron aquel lugar santo y en 1961
repararon la profanación, levantando el actual. Éste tiene fachada de tres
grandes nichos, enmarcando el central un óculo vidriado, que corona un retablo
de cerámica dedicado a la titular. Sobre ellos se levanta enhiesta la espadaña
con campana y cruz de hierro forjado. Al cuerpo central le acompaña un cuerpo
adicional a la izquierda de menor altura con tejadillo y dos ventanas
enrejadas. A la que se suman dos óculos abiertos en la nave.
El interior tiene una sola nave
rectangular, con bóveda de medio punto muy rebajada y dos capillas comunicadas
por arcos en su lado izquierdo. El retablo es presidido por la Virgen de los
Desamparados, obra del imaginero Tena, acompañada por lienzos pintados por
María Rodrigo.
Lectura: Mateo
2, 13-15
Oración: Padre. Sentado en el banco situado en la mediana
de la avenida, contemplo la ermita, con la imagen de nuestra madre. Tomo la
Biblia y leo el aviso del ángel a la Sagrada Familia. Ellos partieron hacia el
continente que cautiva el alma, África. En Egipto vivieron aquellos años de
destierro. Una mujer migrante, en sus brazos un niño, mostrando el Amor a
cuantos a ellos se acercaban. Y en esta casa, ella sigue conviviendo con los
vecinos, en el silencio de la mujer orante, la que escucha el corazón.
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