Al amanecer escuchamos el eco de las
carretas camino de Valencia y los pasos de los labradores con los aperos en
busca de los naranjales. Una hilera de hombres y mujeres nos salen al paso en
la puerta de los Santos Abdón y Senen. Y entre ellos, en la noche de los
tiempos, un anónimo carlista busca salvar la vida de quienes le persiguen,
escondiéndose en este portal, bajo la mirada de “els Sants de la Pedra”. A
ellos encomienda su persona y en su honor promete erigirles una ermita.
De este modo, habiendo regresado al
presente efímero, el peregrino camina hacia el centro histórico por la calle
Valencia, hallando a su derecha, custodiado por las casas y dos farolas, el
santuario. Éste tiene puerta adintelada, con hojas de madera y dos ventanillas
a través de las cuales, en la penumbra se contempla el interior. Sobre ellas se
alza el retablo de azulejos del s. XVIII con la representación iconográfica de
los mártires persas: cetro, espigas, racimos de uva y corona. Una ventana
ilumina el lugar y sobre ella la espadaña con la campana, en la cual se halla
grafiado: “SANTOS ABDON Y SENEN-VECINOS DE LA CALLE”. La veleta de hierro con
las siluetas de los mártires y la cruz nos invita a contemplar el cielo, antes
de pasear la mirada por el interior.
Éste está cubierto por una bóveda de
aristas dividida mediante un arco fajón. Al fondo se halla el altar de dos
cuerpos, en el superior se alza la Virgen del Rosario y en el inferior los
santos titulares. Les acompañan en sendas peanas S. José y S. Vicente Ferrer.
Lectura: Mt
7,13-14
Oración: Padre. Esta tarde, imagino el lugar, con su
puerta de entrada a la villa de Algemesí. Escucho la palabra de tu Hijo:
“Entrad por la puerta estrecha”. Penetro en mi corazón. De él parte una red de
caminos, con sus puertas: anchas, hermosas, estrechas, ásperas. ¡Sólo las más
insignificantes me conducen a ti! Porque ellas tienen rostro: reyes despojados de sus coronas y
cetros, descartados del s.XXI, que
malviven en las puertas de las iglesias, las ciudades, los países europeos.
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