Junto
a la cuneta la carretera CV-510 que une
Alzira y Corbera donde el peregrino encuentra una pequeña ermita, saludándole,
o quien sabe, si cual antiguo “auto-stopista” pidiendo a quien busca en el mar
Mediterráneo escuchar el murmullo de las olas, viajar con él.
Lo
bien cierto es que allí, rodeada de naranjos, se encuentra visible la ermita,
pequeña, solitaria, abandonada y sin el gozo de experimentar en su interior la
celebración eucarística. Es ésta un edificio de una sola nave y ábside
tricónquido sobre el que se asienta la espadaña donde en los años sesenta una
campana fundía su voz con la brisa marina, apagando su canto
posteriormente. Los muros laterales
cuentan con fajones longitudinales y cuatro óculos por cada lado, a los que se
suman los dos del ábside, una ventana
con arco de medio punto y una puerta ubicada en la parte posterior.
La
cubierta, sobre la que se levanta una cruz de hierro, es de tejas a dos aguas, uniendo el ábside
con la fachada. Ésta tiene frontón rectangular, rosetón con molduras
denticuladas y puerta con arco escarzado.
Luis
B. Lluch Garin y la web ermitascomunidadvalenciana.com describen el interior del siguiente modo:
tiene bóveda de medio punto sustentada por las paredes con pilastras y
capiteles dóricos, que sostienen un cornisamento con friso de color gris,
venerándose bajo el cascarón del presbiterio, en una hornacina, la imagen del
crucificado.
Lectura: Génesis 32,2-3
Oración: Padre. Al pasar por esta carretera contemplo
la ermita y medito tu Palabra, “cuando Jacob iba de camino le salieron al
encuentro unos ángeles de Dios, al verlos exclamó: éste es el campamento de
Dios”. También Tú sales a mi encuentro, callada y ocultamente en la imagen del
Cristo que descansa en este lugar. Unos kilómetros más adelante, habitas en la
capilla del Hospital La Ribera y te haces presente en el rostro de tus hijos
enfermos, en la delicada y maternal mirada de los ángeles que cuidan de ellos y
en los sacerdotes que les confortan con los sacramentos.
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