Los
caminos de Santiago y del Cid se adentran en el término de Alzira, protegido
cual faro por el santuario, inspirado en el estilo románico, lugar habitado por
ermitaños hasta 1984 e impregnado por la paz de la “muntanyeta del Salvador”.
Ningún
hogar mejor para la Virgen que éste y así lo quisieron el 5 de agosto de 1699
los alcireños, después que hallase el pastor Lluch en la orilla del río un
barco naufragado, en cuya proa se encontraba la morena imagen. Fue el 30 de
agosto de 1935 cuando en el nuevo templo el pueblo entronizó a su patrona. Un
año después desapareció, siendo sustituida por la talla actual, obra de Antonio
Ballester. De la antigua ermita escribió el escritor Vicente Blasco Ibáñez en
su novela “Entre Naranjos” (1900). Días después de la “Pantanà” de 1982
confortaron allí a los damnificados los Reyes de España Juan Carlos I y Sofía,
así como el Papa S. Juan Pablo II, quien
el 8 de noviembre dirigió estas palabras: “Junto al hombre que sufre, debe
haber siempre otro que lo asiste y acompaña”.
La
fachada del edificio tiene puerta de medio punto, decorada por columnas y
arquivolta, sobre la que se abren tres estiradas ventanas, el óculo y el
frontón triangular rematado por la cruz de piedra. En el lado izquierdo se alza
la torre de tres cuerpos y agudo chapitel de bronce, donde danzan las cuatro
campanas fundidas en 1966. El interior es de planta basilical con capillas
laterales, todas ellas dirigiendo la mirada hacia la titular y patrona de
Alzira, venerada en un baldaquin barroco.
Lectura: Cantar de los Cantares 1, 5-6a.
Oración: Padre. Arrodillado miro a través de la pequeña
ventana y contemplo la juvenil imagen de viva y cristalina mirada. Medito tu
Palabra: “soy morena, pero hermosa”. Oro en silencio, entre el mar y el río,
los pinares del Mediterráneo y los naranjos de la huerta regada por el Júcar.
Es tiempo de silencio, de escuchar el amor que mi alma siente hacia la Virgen
María.
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