Siguiendo
la carretera CV 42 desde Benifaió a Algemesí, tras circundar la rotonda ubicada
y salir por el “camí de les Oliveres”, el peregrino se sumerge en la huerta de
naranjos, hallando a su derecha una corta senda que le conduce a la ermita
dedicada a Nuestra Señora.
Luis
B. Lluch encontró anexas a ella tres casas de labriegos, si bien actualmente se
encuentra exenta, sumergida en la comarca de la Ribera Alta, el jardín de azahar
de la provincia.
El
edificio vetusto y abandonado cual apero de labranza, irradia la paz de los
lugares donde en tiempos pretéritos los jornaleros, tras regar con el sudor de
su frente la tierra, visitaban para orar y ser confortados por el Creador. La portada
es enmarcada por dos pilastras embebidas. En la puerta las cabezas de los
clavos dibujan “Año 1891”, mientras la archivolta de arco apuntado se remata
por un gablete con un grumo o florón abierto, a modo de pétrea ofrenda floral
en honor de la Madre. Sobre éste se abre el óculo decorado por una reja de
forja y el anagrama del Avemaría. Alzándose en lo alto la espadaña de ladrillo
con dos vanos sin campanas.
Las
paredes laterales cuentan ventanas ojivales, protegidas por celosías de hierro,
marcos de madera torturados por las inclemencias metereológicas. En la parte
posterior ha sido tapiada la puerta.
En
el interior la techumbre se encuentra descorchada, mostrando el tejido de cañas
con las que se sustenta la cubierta de tejas a dos aguas. Desgraciadamente el
recinto sagrado continua siendo destinado al mismo fin descrito Luis B. Lluch
Garín “almacen de cosechas”.
Lectura: Cantar de los Cantares 4, 12-1-16
Oración: Padre. En la huerta, acompañado por los
hermanos naranjos, leo el diálogo entre el amado y la amada. Tu voz se dirige a
mi alma “eres huerto cerrado, fuente sellada, nardo y azafrán, ¡fuente de los
jardines, pozo de aguas vivas que fluyen
del Líbano”. En silencio medito y respondo: “¡entre mi amado en su huerto y
coma sus frutos exquisitos!”.
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