Prosigue su
andadura el caminante, acompañado por la sombra del Benicadell, sierra donde D.
Rodrigo Díaz de Vivar conquistó la peña Cariella, fortificándola con el fin de
frenar la amenaza almorávide. Así lo canta el poema del Mio Cid: “Llegan a
Cullera y llegan a Játiva, / y aún más abajo, a Denia, la plaza; / junto al
mar, la tierra de moros con dureza la trata, / ganaron Peña Cadiella, con sus
salidas y entradas” (vv.1160 y ss.).
En el amanecer
siguiendo los rayos del sol, alcanza Rafol de Salem, asomándose entre la
espesura del bosque la ermita dedicada a san Blas.
Asciende la
ladera por el zigzagueante calvario, contemplando sentada el blanco templo con
la casa del ermitaño, un porche con tres arcos y la torre con su campana San
Blas, fundida en 1854.
Y descansa
mientras contempla el valle de doradas colinas pintadas de verde. Sendas
ventanas protegidas por telas metálicas le permiten sentir la caricia y aspirar
el aroma de los edificios antiguos, mientras la mirada recorre el interior.
Frente a los
ojos el altar neogótico con la imagen del titular, el sagrario a sus pies, la
mesa del sacrificio, una talla de la virgen de Montserrat y tres cuadros
decorando las paredes.
A propósito
del santo, escribió Luis Lluch Garín
hallarse este en la iglesia y cuando un forastero deseaba visitar la
ermita, el sacristán Miguel Hernández lo tomaba y con ellos subía la escultura
encontrada por dos labradores en 1430. En su honor se construyó la ermita
gótica, sacudida por los terremotos de 1644 y 1748 y el diluvio de san Carlos
(1884), siendo reconstruida y restaurada tras ellos. Sirviendo como lazareto
durante el cólera de 1854.
Lectura: Salmo 146
Oración: Padre.
¡Cuánta paz hay en este lugar!, mientras contemplo el cielo, la tierra y cuanto
hay en ellos, obra de tus manos, del Dios de Jacob, “que mantiene su fidelidad
perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los
hambrientos”. Miro, descanso la mirada en este lugar, mientras recito “alaba,
alma mía, al Señor, alabaré al Señor mientras viva”.
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