miércoles, 31 de enero de 2018

Rafol de Salem. Sal Blas.


Prosigue su andadura el caminante, acompañado por la sombra del Benicadell, sierra donde D. Rodrigo Díaz de Vivar conquistó la peña Cariella, fortificándola con el fin de frenar la amenaza almorávide. Así lo canta el poema del Mio Cid: “Llegan a Cullera y llegan a Játiva, / y aún más abajo, a Denia, la plaza; / junto al mar, la tierra de moros con dureza la trata, / ganaron Peña Cadiella, con sus salidas y entradas” (vv.1160 y ss.).

En el amanecer siguiendo los rayos del sol, alcanza Rafol de Salem, asomándose entre la espesura del bosque la ermita dedicada a san Blas.

Asciende la ladera por el zigzagueante calvario, contemplando sentada el blanco templo con la casa del ermitaño, un porche con tres arcos y la torre con su campana San Blas, fundida en 1854.

Y descansa mientras contempla el valle de doradas colinas pintadas de verde. Sendas ventanas protegidas por telas metálicas le permiten sentir la caricia y aspirar el aroma de los edificios antiguos, mientras la mirada recorre el interior.

Frente a los ojos el altar neogótico con la imagen del titular, el sagrario a sus pies, la mesa del sacrificio, una talla de la virgen de Montserrat y tres cuadros decorando las paredes.

A propósito del santo, escribió Luis Lluch Garín  hallarse este en la iglesia y cuando un forastero deseaba visitar la ermita, el sacristán Miguel Hernández lo tomaba y con ellos subía la escultura encontrada por dos labradores en 1430. En su honor se construyó la ermita gótica, sacudida por los terremotos de 1644 y 1748 y el diluvio de san Carlos (1884), siendo reconstruida y restaurada tras ellos. Sirviendo como lazareto durante el cólera de 1854.

Lectura: Salmo 146

Oración:    Padre. ¡Cuánta paz hay en este lugar!, mientras contemplo el cielo, la tierra y cuanto hay en ellos, obra de tus manos, del Dios de Jacob, “que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos”. Miro, descanso la mirada en este lugar, mientras recito “alaba, alma mía, al Señor, alabaré al Señor mientras viva”.

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