miércoles, 31 de enero de 2018

Atzeneta de Albaida. Cristo de la Fe.


Al pie de la sierra y en la embocadura del puerto de Albaida, siguiendo el trazado del camino real que conduce a Alicante y Játiva, se encuentra el pueblo más elevado del valle, “largo y angosto de calles irregulares” (Mádoz). En los “extramuros del lugar se halla la ermita del Santísimo Cristo del Calvario, cuya imagen es muy venerada en torno a aquel valle” (Sanchis Sivera).

Le precede la amplia avenida franqueada por las blancas estaciones del via crucis y los verdes cipreses.

La historia del lugar arranca en 1708 cuando mossen Josep Girones promovió la construcción de una ermita y un calvario con el fin de venerar allí  la imagen antigua del Crucificado. Concluidas las obras en 1709 la talla fue sustituida en 1722 por el actual Cristo de la Fe, quien durantela Guerra de la Independencia sufrió el castigo de los franceses, siendo quemada por las tropas napoleónicas. Rescatado de las llamas, el fuego pintó en ella el color por el que comenzó a conocerse entre los devotos con el apelativo de “el Morenet”. Medio siglo antes la ermita había sido derribada, alzándose la segunda. Finalmente durante los años 1883-1890, a instancias de mossen Sebastià Dominguez fue edificado el actual santuario de estilo neogótico.

  La fachada cuenta con dos pequeños jardines, una espadaña central y sendas torres donde se albergan las campanas fundidas en 1939: Virgen del Carmen (23 kg.), San José (34 kg.) y Santísimo Cristo del Monte Calvario (77 kg.) y dos jardines laterales.

En el interior domina el lugar el cromático altar neobizántino donde se venera la imagen del patrono. Esta es  custodiada por dos ángeles y los cuatro evangelistas. Desde él se accede a la sacristía comunicada con el exterior por un recoleto jardín lateral. En la nave destaca el coro situado en la cabecera, las vidrieras  y el zócalo de cerámica valenciana.

Lectura: 2 Corintios 1, 3-4

Oración:    Padre. Aquí, frente a la ermita elevo la alabanza hacia quien “nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados”. Y lo experimento, en la paz y el silencio. En las frías noches me consuelas con tu presencia.

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