miércoles, 31 de enero de 2018

Albaida. San Miguel.


Es en el Raval de Jussà, los extramuros de la medieval mora y cristiana Albaida, donde se encuentra la ermita de san Miguel Arcángel, accediendo subiendo las escaleras que arrancan en la avenida Fora.

“La antigua iglesia de san Miguel, que antes fue parroquia” (Mádoz) cuenta con fachada sobria de puertas de madera emplanchadas por una lámina de hierro y con clavos como elemento decorativo. Sobre ella un zocalillo de cerámica con letras azules titula el lugar presidido por el retablo de san Miguel iluminado por un farolillo de forja. Y bajo el alero se abre un hueco de moldura que alberga la campana más antigua de Albaida, la Santa María, fundida en 1643 y restaurada por los campaneros de la localidad en mayo de 2008.

Es una vecina, quien guarda la llave de hierro, la que al verme me invita a entrar en la ermita, describiéndome el lugar con las palabras de quien cuida y ama el lugar. De este modo el peregrino entra y halla frente a sí recreación de la gruta de Lourdes, lugar pequeño, recogido y cautivador muestra un fragmento procedente de la cueva de Massabielle.

A la izquierda halla el templete con la imagen de san Miguel derrotando al diablo de columnas corintias. A ambos lados dos hornacinas acogen las imágenes de la Virgen del Carmen y Sagrado Corazón de Jesús.

La nave cuenta con numerosos altares dedicados a la Divina Pastora, cuyo cuadro es custodiado por sendas pinturas del descendimiento; al Santo Sepulcro con el estandarte de la Semana Santa y una pequeña reproducción del paso destruido durante la Guerra Civil; tríptico confeccionado por las feligresas del barrio con san Juan y la Virgen María bordados, cruz e imagen de san José; y la Virgen del Carmen.

Lectura: Salmo 128

Oración: Padre. Alzo la mirada y contemplo a san Miguel, quien siendo obediente a ti derrotó  al diablo. Te escucho en la Biblia, “dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos”. Me hablas de dicha y fecundidad, prosperidad y paz. Feliz quien te ama con respeto, quien frente al demonio hiere su egoísmo y orgullo con la laza de la cruz.

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