Culmina
el peregrino la visita a l’Enova ascendiendo por uno de los parajes más bellos
que ha descubierto en la comarca de La Ribera Alta.
Para
ello toma la calle Calvario. A escasos metros de ésta se inicia el zigzagueante camino hacia lo alto. A sus pies
las casas se distancian, mientras la mirada se abandona en la comarca de
pueblos, casas de campo y naranjales regados por las aguas del río Albaida,
Júcar y Magro. En el ascenso acompañan al caminante las estaciones del calvario
levantadas en 1886. Son estos “ciclópeas capillitas del Via Crucis” (Luis B.
Lluch Garin), de bloques ocres de piedra labrada rematados por una cupulilla
del mismo material, sin rotulo ni representación en su interior. El bosque
mediterráneo, de matorral y hierbas pintan la ladera y la cina, donde el alma
se estremece ante el altar de piedra y la ermita, levantada a finales del s. XIX por el párroco
de la población D. Ramón Quilis, abandonada con su partida y rehabilitada en
2005.
Todo
el espacio en la austeridad y ruina advierte al peregrino hallarse en lugar
santo, espacio ofrecido a Dios por los vecinos de antaño, “inmensa sensación de
soledad y de abandono” (Azorín), donde
se funden armónicamente la piedra, la vegetación y el cielo. La planta de cruz
latina, de mampostería y ladrillos, con brazos de poca profundidad, puerta y
ventanas sin armazón, arcos fajones
sosteniendo la cúpula construida por el Creador, la bóveda viva celeste,
donde los colores se suceden, al sol, sigue la luna y las estrellas.
Lectura: Salmo 15-16
Oración: Padre.
Antes de entrar en este lugar sagrado leo, medito y oro el salmo 15. “Señor,
¿quién será huésped de tu tienda? ¿Quién habitará en tu monte santo?”. Rumio Tu
Palabra con temor y temblor durante unos minutos. ¿Puedo cruzar el umbral de
este santuario? Prosigo leyendo. Me arrodillo. Pienso en mis pecados. Debiera
abandonar el monte, al mirar la puerta, descubro en ella la puerta de tu
Misericordia. Leo el salmo siguiente y entro, porque “en ti me refugio”.
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