lunes, 3 de diciembre de 2018

Ontinyent. Sagrado Corazón (PP. Franciscanos).


Emprende el peregrino el ascenso a la ermita de santa Ana. Pero antes se abandona en la hospitalidad de los Hermanos Menores, quienes le abren el convento situado a la izquierda de la calle de san Francisco.
La primera presencia franciscana en Ontinyent data del año 1572, cuando los hijos del pobrecillo  de Asís se establecieron en un pequeño convento, actual glorieta de san Antonio. Asolado por un terremoto se instalaron en la calle Gomis, donde fundaron el convento de San Francisco y San Diego, permaneciendo allí hasta la Desamortización de Mendizábal Años después, el 24 de agosto de 1884, las autoridades municipales solicitaron a la orden la dirección del colegio fundado por el párroco de Santa María, don Tomás Valls, instalándose los primeros frailes en la ermita de santa Ana y comenzando la edificación de la actual iglesia, convento y colegio. El 4 de octubre de 1893 fue benecida la iglesia y un año después iniciaron el curso los primeros alumnos. La obra fue dirigida por fray Maseo Company (Moncada, 1866-1936), a quien se deben la iglesia de Beniarrés y la llamada Catedral de la Marina en Benissa.
 Los edificios fueron ampliados, albergando durante los años 1937-1939 el hospital militar de las Brigadas Internacionales. En la actualidad consta de la biblioteca, el Museo de Ciencias Naturales, con obras precolombinas, jardín botánico, donde destaca el bosque de bambúes, el convento, las aulas y la iglesia, de dos torres neogóticas donde se albergan las campanas Niño Jesús, Inmaculada y Antonia, fundidas en 1941 y san Francisco, posiblemente procedente del primitivo convento. El interior sobresale el coro y el altar con el retablo dedicado al Sagrado Corazón bendiciendo a san Francisco y santa Clara de Asís, en la calle central y las laterales la Inmaculada y los santos franciscanos. 
Lectura:  Apocalipsis 10
Oración: 
Padre, en la paz que siempre me ofrecen las iglesias neogóticas, abro la Biblia y escucho la aparición del ángel con el librito: “dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor”. No tema nunca, como Francisco, alimentarme de tu Palabra, para profetizar.

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