lunes, 3 de diciembre de 2018

Ontinyent. Purísima Sangre (Convento Carmelitas de la Antigua Observancia).


En los extramuros de “la Vila”, en Ontinyent, entre ribera meridional del río Clariano, el puente de Santa María y el antiguo camino de Biar o de Castilla, se levantan los muros interiores del Carmelo o Antigua Observancia. Lugar evocador: la experiencia eremítica de Elías en el monte Karmel o “Jardín”, a orillas del Mediterráneo; los penitentes del siglo XII, quienes deseosos de imitar al profeta se instalaron allí; y las monjas contemplativas fundadas en Europa el año 1452.

Apenas un siglo después, el año 1575, en este lugar, las carmelitas establecieron una comunidad, edificando el monasterio y durante el siglo XVIII la iglesia actual. Ellas y las monjas del monasterio de la Encarnación del Verbo en la calle Balmes de Valencia, constituyen la presencia viva del carmelo calzado. Durante el siglo XX profesaron la sierva de Dios, madre María Carmen Crespo (Beniarrés, 1912-Ontinyent, 2006) y las hijas de Montaverner Regina y Loreto.  La crisis vocacional de las últimas décadas provocó la disminución de hermanas, motivando el ingreso de religiosas procedentes de Venezuela.

Cuenta el edificio con huerto, iglesia y dependencias monacales distribuidas entorno al claustro renacentista. En la fachada neoclásica del templo cuenta con puerta enmarcada por frontón circular, ventanas y frontón triangular. Le acompaña la espadaña de tres cuerpos, con dos y una ventana donde se hallan las campanas Purísima Sang (2003, 1 kg.), Andreua (1602, 65 kg.) y María Elías (1898, 1999 kg.). El interior es sobrio, con bóveda de cañón, nave de tres tramos separados por arcos fajones, coro sobre arco escarzano a los pies del edificio, capilla dedicada a la Virgen del Carmen en la parte del Evangelio, altar presidido por el Cristo de la Palma en el testero y cripta donde descansan las monjas fallecidas.

Lectura:  Lucas 21, 37

Oración: 

Padre, delante de las ventanas celosamente protegidas por las celosías medito “de noche se marchaba y pernoctaba en el monte de los olivos”, espacio de silencio, oración y soledad interior, donde el alma, tras una jornada de fatiga, en sosiego te busca. 

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