lunes, 3 de diciembre de 2018

Agullent. Convento de San Jacinto.


En Agullent, localidad elevada en 1585 por el rey Felipe II a universidad o aldea con privilegios de Villa se encuentra el antiguo convento de San Jacinto, ubicado entre las calles Joaquín Pons y Mestre Tormo.
Fue en aquel año cuando a instancias de D. Francisco Casanovo se fundó el convento dedicado al santo dominico Jacinto de Cracovia (1185-1257), estableciéndose la Orden de Predicadores. Durante más de dos siglos desde este lugar salieron a predicar los dominicos, entre ellos el autor de los Gozos al Cristo de la Paciencia fray Llorens Esplugues, quien en el siglo XVIII fue religioso en el convento de Nuestra Señora de Loreto de l’Olleria, San Jacinto de Agullent y Corpus Christi de Llutxent y fray Vicente Blasco (Archivo Parroquial de Montaverner).
La desamomortización de Mendizabal (1836-1837) conllevó la exclaustración de los frailes y el abandono del edificio hasta 1889 cuando las monjas capuchinas de clausura se instalaron en él, consagrando la iglesia al Sagrado Corazón de Jesús. Durante la Guerra Civil acogió a los refugiados de Madrid y Santander. En 1971 se instaló una una comunidad de religiosas contemplativos pertenecientes a la orden de Justinianas Canónigas Regulares, quienes lo habitaron hasta octubre de 2012, cuando las tres monjas cerraron el convento y se agruparon en Cuenca. Finalmente el 11 de febrero de 2018 volvió a abrir las puertas regresando a su capilla la imagen del Cristo de la Salud.
El edificio consta de fachada compacta y austera en elementos decorativos, con espadaña de dos vanos en el lado izquierdo, dependencias monacales, claustro renacen-tista con dos relojes solares,, huerto e iglesia donde además de la imagen del Cristo se venera la Virgen del Rosario. 
Lectura:  Marcos 12, 37b
Oración:  Padre. En el templo tu Hijo predicaba sobre el Reino y “una muchedumbre numerosa le escuchaba con gusto”. En este lugar marcado con el fuego de los pasos de san Vicente Ferrer, pienso en quienes le escucharon con el mismo gusto con que escuchaban a tu Hijo, porque les habla de Él y vivía como Él para Él. Ayúdame a que mis palabras nazcan de una vida auténticamente evangélica.

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