lunes, 16 de febrero de 2015

L'Alcudia. San Antonio.


La Ruta Bernardina conduce al peregrino hacia la localidad de L’Alcudia, siguiendo el antiguo Camino Real de Madrid por las calles Calvo Acacio, Juan Bautista Osca, Major, plaza y San Antonio. Y en la plazoleta se levanta adosada a las viviendas la ermita.

Fue durante el siglo XIV cuando el señor de la villa Pere de Montagut i Vilanova fundó  el hospital dedicado al santo. Posteriormente, con motivo de la construcción de la iglesia de S. Andrés, la “Catedral de la Ribera” acogió el Santísimo Sacramento y todos los oficios religiosos de la parroquia(1750-1767). Sin embargo durante el s.XIX sufrió numerosos avatares, cerrándose al culto y siendo destinado a cárcel de las cordadas de presos que eran conducidos por el camino real; taller donde se construyó la noria de S. Antonio, escuela de enseñanza primaria; y colegio electoral durante la I Republica. En 1862 se inició la rehabilitación, si bien en 1936 fue profanada, derribándose la espadaña y los altares. Concluida la contienda el edificio fue reparado, albergando durante la segunda mitad del pasado siglo las imágenes de las cofradías de la Semana Santa, celebrándose la misa el día de su festividad y la novena dedicada a san Antonio de Padua, dirigida entre otras mujeres por Natividad Sanchis y Consuelo Arnandis.

La fachada con puerta adintelada, ventana, frontón triangular y campana, contaba con una original espadaña con triple remate piramidal, cruz de hierro y  bello retablo de san Antonio. Ambos fueron sustituidos en 2002. El interior es de planta de cruz latina con cúpula, zocalo de cerámica valenciana, cornisa y bóveda de medio cañón con arcos fajones, lunes ciegos y altar dedicado al titular.

Lectura:   Números 6, 24-26

Oración:  Padre. ¡Cuántas personas pasaron por este lugar camino de Valencia! Y al mirar hallaron la ermita del santo. Una mirada furtiva, un instante en el que desde ella les dirigías tu bendición. Aquí, en la pequeña plazoleta, medito Tu Palabra, escucho tu bendición. ¡En el camino descubra tu rostro!

Guadassuar. San Roque.


El peregrino inicia la ruta bernardina, acompañado por los naranjos y las acequias. Es en Guadassuar, dirigiéndose hacia Algemesí, donde encuentra el lugar dedicado al santo protector de las epidemias, “cuenta con una hermosa ermita dedicada a san Roque”, escribió D. José Sanchis Civera.

El origen se remonta al año 1648, cuando la población cumplió el voto de levantar un eremitorio, éste fue sucesivamente sustituido por dos edificios en 1710 y 1789.

El lugar cuenta con una plazoleta donde se levanta una cruz de piedra labrada con las imágenes del crucificado sobre un capitel corintio con san Vicente Mártir en él. La fachada es de línea barroca con cornisa mixtilínea decorada por piñas y pirámides de piedra, ventana En la espadaña campea la campana,  bajo una cruz de hierro forjado y veleta con la silueta del santo peregrino.

En el cuerpo inferior se sitúa la puerta acompañada por sendas estaciones del via crucis (XII y XIV), azulejo con la leyenda “ERMITA DE SAN ROQUE” y de  retablos cerámicos, con los iconos del Santísimo Cristo de la Peña y san Roque. En el crucero se levanta la cúpula de tejas vidriadas de color azul y cobijas blancas, rematada por una cruz.

El interior es de una sola nave con crucero y capillas laterales. En el altar mayor se veneran las imágenes del Cristo de la Peña, san Roque y la Divina Aurora. En las capillas laterales son venerados los pasos de la Semana Santa. Luis Lluch B. Garín anotó en 1965 la presencia de los siguientes: Oración en el Huerto, las Siete Palabras, el Nazareno, la Dolorosa, la Preciosísima Sangre y el Sepulcro, así como la talla de S. Isidro Labrador.

Lectura:   Levítico 23,33-36

Oración:  Padre. El eco del “porrat” permanece. Los feriantes levantaron las atracciones, los niños montando en el tío vivo saludaban a sus padres, mientras los jóvenes enamorados se elevaban hacia lo alto en la noria. Y tú me hablas de la fiesta, lugar de encuentro “en honor del Señor”. Y te doy gracias por esos momentos entrañables de feria, en mi infancia.

Alzira. Santos Patronos.


El peregrino abandona durante una jornada el Camino del Cid emprendiendo la Ruta Bernardina de 15 km. de longitud, cuyo punto de partida se halla a 1,7 km, en las proximidades de la carretera CV-550 (Alzira-Benimuslem), lugar del martirio de los santos Bernardo, María y Gracia.

Ibn Ahmet Almansur había nacido en Pintarrafes (Carlet) el año 1135. En un viaje a tierras cristianas descubrió el monasterio de Poblet, convirtiéndose al cristianismo y profesando como monje. En el regreso al hogar paterno, sus hermanas  Zaida y Zoraida acogieron el mensaje de salvación, huyendo los tres. En el camino se detuvieron el Guadassuar, donde él las bautizó con el nombre de María y Gracia. Fue en los alrededores de Alzira, el día 20 de agosto de 1180, cuando a instancias de su hermano mayor fueron martirizados.

Actualmente permanecen como testimonio el casilicio y la ermita. El primero es de ladrillo y techo piramidal con un retablo cerámico donde se representan los patronos y se anota la siguiente inscripción “En este lugar, según la tradición, fueron martirizados en el año 1180 los santos Bernardo, María y Gracia. Patronos de la ciudad de Alzira. Reconstruido en 1956”. En su interior las luces de tres velas centellean.

A pocos metros, arropada por un jardín con cipreses,  pinos y blancos bancos de piedra, se alza sobre cinco gradas la moderna y funcional ermita presidida por una cruz. En el frontispicio una leyenda indica: “1180. LUGAR DEL MARTIRIO DE LOS SANTOS BERNARDO, MARÍA Y GRACIA”. El interior consta de altar y recinto con sillas de plástico.

Lectura:   Salmo 22

Oración:  Padre. Arrodillado ante el casilicio, beso el lugar, regado con la sangre de tus mártires. Escucho la oración: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?... Me acorralan novillos a manadas… Estoy como agua derramada”. Y oro por mis hermanos de Nigeria, Irak, Siria,…, quienes en este siglo están recorriendo el mismo camino, “apresúrate a socorrerme”, rezo en su nombre. No abandones a las ovejas de tu Hijo.

Alzira. San Judas Tadeo.


El peregrino abandona durante una jornada el Camino del Cid emprendiendo la Ruta Bernardina de 15 km. de longitud, cuyo punto de partida se halla a 1,7 km, en las proximidades de la carretera CV-550 (Alzira-Benimuslem), lugar del martirio de los santos Bernardo, María y Gracia.

Ibn Ahmet Almansur había nacido en Pintarrafes (Carlet) el año 1135. En un viaje a tierras cristianas descubrió el monasterio de Poblet, convirtiéndose al cristianismo y profesando como monje. En el regreso al hogar paterno, sus hermanas  Zaida y Zoraida acogieron el mensaje de salvación, huyendo los tres. En el camino se detuvieron el Guadassuar, donde él las bautizó con el nombre de María y Gracia. Fue en los alrededores de Alzira, el día 20 de agosto de 1180, cuando a instancias de su hermano mayor fueron martirizados.

Actualmente permanecen como testimonio el casilicio y la ermita. El primero es de ladrillo y techo piramidal con un retablo cerámico donde se representan los patronos y se anota la siguiente inscripción “En este lugar, según la tradición, fueron martirizados en el año 1180 los santos Bernardo, María y Gracia. Patronos de la ciudad de Alzira. Reconstruido en 1956”. En su interior las luces de tres velas centellean.

A pocos metros, arropada por un jardín con cipreses,  pinos y blancos bancos de piedra, se alza sobre cinco gradas la moderna y funcional ermita presidida por una cruz. En el frontispicio una leyenda indica: “1180. LUGAR DEL MARTIRIO DE LOS SANTOS BERNARDO, MARÍA Y GRACIA”. El interior consta de altar y recinto con sillas de plástico.

Lectura:   Salmo 22

Oración:  Padre. Arrodillado ante el casilicio, beso el lugar, regado con la sangre de tus mártires. Escucho la oración: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?... Me acorralan novillos a manadas… Estoy como agua derramada”. Y oro por mis hermanos de Nigeria, Irak, Siria,…, quienes en este siglo están recorriendo el mismo camino, “apresúrate a socorrerme”, rezo en su nombre. No abandones a las ovejas de tu Hijo.

Alzira. Cristo de la Virgen María.


Los caminos del Cid y Santiago se adentran en el término de Alzira. Antes de cruzar el río Júcar por el puente de hierro, atraviesan el barrio “de las barracas”. A pocos metros, en la calle General Castaños (antiguo camino de Algemesí), nº 30 encuentra el peregrino la estrecha ermita dedicada al Cristo de la Virgen María.

De blanca fachada, cuenta con puerta de aluminio enmarcada con arco apuntado de sillares, óculo de ladrillos rodeado por fajones laterales, a modo de adorno, alero de tejas a una sola vertiente, rematada toda ella por la espadaña de frontón triangular con campana y cruz de hierro.

El interior rectangular consta de bóveda de cañón azul con arcos fajones blancos de los que penden sendas lámparas, escocia y paredes laterales blancas protegidas en la parte inferior por un zócalo de azulejos y decoradas por los cuadros de los patronos de Alzira, una benditera de cerámica y una lápida de mármol con la siguiente dedicatoria: “En record de dos barraqueros. Manolo Barberan y Paco Ferri. En agraïment del vostre amor y devoció al nostre Crist San Salvador. Manolo, Paco: sempre hi haurà una part de vosaltres al nostre barri, especialment en les festes quan es fiquem el Crist als nostres muscles i el passegem tots, honrats i orgullosos pels carrers del barri. Alla on esteu mai ens oblidarem de vosaltres. El barri 2011. Israel”.

La imagen del Cristo crucificado y la Madre en oración a sus pies se halla en la hornacina del altar. Devoción por cierto que hunde sus raíces en el s.XV. Siendo la primitiva talla copia de la venerada en la primera iglesia que tuvo Alzira tras la reconquista.

Lectura:   Mateo 7, 24-27

Oración:  Padre. Me acerco a esta ermita. La miro con atención. Me asomo por la ventana y oro ante tu Hijo Crucificado y la Madre Dolorosa. Medito las palabras de Quien edificó su vida sobre la roca de un amor total hacia ti y los demás. ¡Que construya mis días sobre la roca de tu Palabra, capaz de resistir las fuertes riadas que amenazan con derrumbar mi fe!

Alzira. Cristo.


Junto a la cuneta  la carretera CV-510 que une Alzira y Corbera donde el peregrino encuentra una pequeña ermita, saludándole, o quien sabe, si cual antiguo “auto-stopista” pidiendo a quien busca en el mar Mediterráneo escuchar el murmullo de las olas, viajar con él. 

Lo bien cierto es que allí, rodeada de naranjos, se encuentra visible la ermita, pequeña, solitaria, abandonada y sin el gozo de experimentar en su interior la celebración eucarística. Es ésta un edificio de una sola nave y ábside tricónquido sobre el que se asienta la espadaña donde en los años sesenta una campana fundía su voz con la brisa marina, apagando su canto posteriormente.  Los muros laterales cuentan con fajones longitudinales y cuatro óculos por cada lado, a los que se suman los dos del ábside,  una ventana con arco de medio punto y una puerta ubicada en la parte posterior.

La cubierta, sobre la que se levanta una cruz de hierro,  es de tejas a dos aguas, uniendo el ábside con la fachada. Ésta tiene frontón rectangular, rosetón con molduras denticuladas y puerta con arco escarzado.

Luis B. Lluch Garin y la web ermitascomunidadvalenciana.com  describen el interior del siguiente modo: tiene bóveda de medio punto sustentada por las paredes con pilastras y capiteles dóricos, que sostienen un cornisamento con friso de color gris, venerándose bajo el cascarón del presbiterio, en una hornacina, la imagen del crucificado.

Lectura:   Génesis 32,2-3

Oración:  Padre. Al pasar por esta carretera contemplo la ermita y medito tu Palabra, “cuando Jacob iba de camino le salieron al encuentro unos ángeles de Dios, al verlos exclamó: éste es el campamento de Dios”. También Tú sales a mi encuentro, callada y ocultamente en la imagen del Cristo que descansa en este lugar. Unos kilómetros más adelante, habitas en la capilla del Hospital La Ribera y te haces presente en el rostro de tus hijos enfermos, en la delicada y maternal mirada de los ángeles que cuidan de ellos y en los sacerdotes que les confortan con los sacramentos.

Alzira. Virgen del Lluch.


Los caminos de Santiago y del Cid se adentran en el término de Alzira, protegido cual faro por el santuario, inspirado en el estilo románico, lugar habitado por ermitaños hasta 1984 e impregnado por la paz de la “muntanyeta del Salvador”.

Ningún hogar mejor para la Virgen que éste y así lo quisieron el 5 de agosto de 1699 los alcireños, después que hallase el pastor Lluch en la orilla del río un barco naufragado, en cuya proa se encontraba la morena imagen. Fue el 30 de agosto de 1935 cuando en el nuevo templo el pueblo entronizó a su patrona. Un año después desapareció, siendo sustituida por la talla actual, obra de Antonio Ballester. De la antigua ermita escribió el escritor Vicente Blasco Ibáñez en su novela “Entre Naranjos” (1900). Días después de la “Pantanà” de 1982 confortaron allí a los damnificados los Reyes de España Juan Carlos I y Sofía, así como  el Papa S. Juan Pablo II, quien el 8 de noviembre dirigió estas palabras: “Junto al hombre que sufre, debe haber siempre otro que lo asiste y acompaña”.

La fachada del edificio tiene puerta de medio punto, decorada por columnas y arquivolta, sobre la que se abren tres estiradas ventanas, el óculo y el frontón triangular rematado por la cruz de piedra. En el lado izquierdo se alza la torre de tres cuerpos y agudo chapitel de bronce, donde danzan las cuatro campanas fundidas en 1966. El interior es de planta basilical con capillas laterales, todas ellas dirigiendo la mirada hacia la titular y patrona de Alzira, venerada en un baldaquin barroco.

Lectura:   Cantar de los Cantares 1, 5-6a.

Oración:  Padre. Arrodillado miro a través de la pequeña ventana y contemplo la juvenil imagen de viva y cristalina mirada. Medito tu Palabra: “soy morena, pero hermosa”. Oro en silencio, entre el mar y el río, los pinares del Mediterráneo y los naranjos de la huerta regada por el Júcar. Es tiempo de silencio, de escuchar el amor que mi alma siente hacia la Virgen María.

Albalat de la Ribera. San Roque y San Sebastián.


Desde Algemesí el Camino del Cid por carretera nos conduce a través de la CV-515  hasta Albalat de la Ribera. Allí en la placeta que forma la confluencia entre las calles Cavallers y del Castell, encuentra el peregrino la ermita.

Es en la parte posterior, bajo un gran reloj de sol,  los azulejos  informan sobre el origen de este lugar: “a les darreries del segle XIII el molt honorable Gonçal Garcia, Senyor i Baró de la Vila i Ostiari major del Rei Jaume II el Just, erigi en aquest lloc l’Hospital de l’Apostol Sant Pere, anomenat després dels Gloriosos i Benaurats St. Roc i St. Sebastià. Fon bastit de nou i engrandit en 1340, per privilegi del Rei Pere el Cerimonios a l’expectable Pere Maça de Liçana i de Cornell, aleshores Senyor i Baró d’Albalat. En el segle XVIII i en el regnat de Carles III d’Espanya, aci foren instal-lades les Cases de l’Ensenyança”.

El 18 de enero de aquel año concluyó la última restauración, dirigida por el arquitecto D. Eduardo Alegre Fayos, a instancias del párroco D. José Ortega Perales. En la bendición participaron los sacerdotes D. Ricardo Benedito, D. José Benavent y D. Luis Doménech.

La fachada consta de puerta adintelada con rótulo de la plaza, representación de S. Roque, estación VII del via crucis, óculo ovalado, desagüe, farolas y frontón de línea barroca, rematado por veleta. Unido a ella se encuentra la torre con la campana fundida en 1748. El interior de planta rectangular, bóveda de tres tramos, sacristía, capillas entre los contrafuertes y altar con las imágenes de la Inmaculada y los patronos.

Lectura:   Filipenses 3, 17-21

Oración:  Padre. En esta plazoleta medito las palabras del apóstol Pablo. Dos caminos ante mí, el que conduce a la perdición, siguiendo las apetencias de lo terreno y el que transitan los “ciudadanos del cielo”. Contemplo los personajes del retablo, todos ellos no se miran a sí mismos. Le pido a san Roque, si no puedo ser santo, al menos sea como su perro, capaz de compadecerme del hambre y las llagas de los demás.

Algemesí. Borrilles. Santa María.


Siguiendo la carretera CV 42 desde Benifaió a Algemesí, tras circundar la rotonda ubicada y salir por el “camí de les Oliveres”, el peregrino se sumerge en la huerta de naranjos, hallando a su derecha una corta senda que le conduce a la ermita dedicada a Nuestra Señora.

Luis B. Lluch encontró anexas a ella tres casas de labriegos, si bien actualmente se encuentra exenta, sumergida en la comarca de la Ribera Alta, el jardín de azahar de la provincia.

El edificio vetusto y abandonado cual apero de labranza, irradia la paz de los lugares donde en tiempos pretéritos los jornaleros, tras regar con el sudor de su frente la tierra, visitaban para orar y ser confortados por el Creador. La portada es enmarcada por dos pilastras embebidas. En la puerta las cabezas de los clavos dibujan “Año 1891”, mientras la archivolta de arco apuntado se remata por un gablete con un grumo o florón abierto, a modo de pétrea ofrenda floral en honor de la Madre. Sobre éste se abre el óculo decorado por una reja de forja y el anagrama del Avemaría. Alzándose en lo alto la espadaña de ladrillo con dos vanos sin campanas.

Las paredes laterales cuentan ventanas ojivales, protegidas por celosías de hierro, marcos de madera torturados por las inclemencias metereológicas. En la parte posterior ha sido tapiada la puerta.

En el interior la techumbre se encuentra descorchada, mostrando el tejido de cañas con las que se sustenta la cubierta de tejas a dos aguas. Desgraciadamente el recinto sagrado continua siendo destinado al mismo fin descrito Luis B. Lluch Garín “almacen de cosechas”.

Lectura:   Cantar de los Cantares 4, 12-1-16

Oración:  Padre. En la huerta, acompañado por los hermanos naranjos, leo el diálogo entre el amado y la amada. Tu voz se dirige a mi alma “eres huerto cerrado, fuente sellada, nardo y azafrán, ¡fuente de los jardines,  pozo de aguas vivas que fluyen del Líbano”. En silencio medito y respondo: “¡entre mi amado en su huerto y coma sus frutos exquisitos!”. 

Algemesí. Santo Domingo.


El peregrino se detiene junto al río Magro, mientras los versos del poeta Juan Ramón Jiménez le acompañan: “Llueve sobre el río… / El agua estremese / los fragantes juncos / de la orilla verde…/ ¡Ay, qué ansioso olor / a pétalo frío!”. Las gotas cual lágrimas de plañidera se deslizan sobre mejillas de las hojas de las moreras, mientras fluye moribundo hacia el río Júcar, quien nació de las entrañas de la sierra de Mira. Mientras el tren regional cruza sobre petriles de piedra y railes de hierro, uniendo a las gentes del Alcoià, el Comptat, la Vall d’Albaida, la Costera y la Ribera Alta.

Frente al río, ubicada en el número 27 de la calle santo Domingo, se halla la que antaño fue una ermita exenta. Allí, minúscula y estrecha se encuentra la capilla dedicada al santo coetáneo de Francisco de Asís. La puerta es de hierro con ventana de cristal y un vano donde se lee la fecha 1885.

El interior sin decoración, con techo plano alberga  la imagen de santo Domingo de Guzmán, entronizada en una hornacina con marco amarillento. Ésta, según la web www.ermitascomunidadvalenciana.com, obra del escultor fallecido en 2014, Leonardo Borrás, nos muestra al santo llevando en la mano derecha un libro abierto y el rosario, mientras con la izquierda sustenta la cruz patriarcal.  Ante él tres velones se consumen, acompañados por las flores artificiales, las andas y una benditera.

Lectura:   Daniel 10, 1-8

Oración:  Padre. Tomo la Biblia y medito la visión del profeta Daniel, a orillas del gran río Tigris, después de tres semanas de ayuno. Ciertamente al camino de mi vida no han salido seres sobrenaturales, pero ¡Cuántas personas me han acompañado en el camino de la fe! Las recuerdo: en mi familia, en la parroquia, el colegio, el movimiento apostólico, en el trabajo,… Hombres y mujeres cuyos “ojos eran antorchas de fuego”, “dominus-canus”, “perros del Señor” que guiaron mis pasos.

Algemesí. San Roque.


“El tren arranca, lentamente./ El pueblo viejo tienen en sus grandes casas y silenciosas/una opaca, doliente y suave claridad/perdido entre las gasas azules de la aurora” (Juan Ramón Jiménez).

Y el viajero queda en el andén. En la soledad de quien transita. Cada paso es abrir un libro. Cada calle guarda una biblioteca de historias. Así dejando en el horizonte la silueta blanca y roja del tren de cercanías, acogido  por las palmeras que pintan de mediterráneo el pueblo, sale a su encuentro el retablo de san Roque, con su ermita, puerta espiritual de la Muntayna.

El pequeño santuario se halla ubicado en la planta baja de un moderno edificio, con amplia puerta de madera enmarcada en un arco formalete y un despiece de dovelas. El interior es pequeño y su altar se encuentra sostenido por pilares de mármol de piedra. En el nicho es venerada la imagen de san Roque.

Su origen se remonta a los tiempos de la peste, el ébola de nuestros antepasados. Un vecino prometió al santo si se libraba de ella erigirle una ermita y así lo realizo. Durante la Guerra Civil fue destruida y tras la contienda se acondicionó este recinto.

Luis Lluch Garin relató en su articulo publicado por Las Provincias en 1965 el siguiente encuentro con las vecinas del lugar: “cuando llega la fiesta adornan la calle con banderas. Hay procesión, misa, serenatas, tracas,… ¡Todo se pierde! Antes iban los jóvenes de paseo por las calles en donde hacían las fiestas… Ahora todos van al cine!

 Lectura:   1 Crónicas 29, 15

Oración:  Padre. Dejando transitar el tren por los caminos de hierro, mientras contemplo la ermita, medito esta frase que Tú inspiraste al rey David: “porque forasteros y huéspedes somos delante de ti”. Nuestra vida es caminar de estación en estación, viviendo encuentros en cada pueblo. Al contemplar la ermita y la calle que se adentra hasta la iglesia parroquial, te doy gracias por las personas que he encontrado en las estaciones de mi vida, en los pueblos y lugares donde Tú me has conducido.

Algemesí. Santa Bárbara.


Después de visitar ser iluminados por los cuadros de Ribalta y Segrelles de la basilica menor de San Jaime, tras visitar el cálido hogar de la Beata Josefa Naval Girbés, el peregrino emprende el camino hacia las huertas. 

La calle es “una de las más largas del pueblo, aunque en general sus edificios no son tan buenos como los de las otras calles”, escribía en 1908 el párroco Dr. Miguel Belda. Estrecha, cual acequia que riega los hogares, tierra fértil donde germinan y crecen las familias de este pueblo labrador. Y en una de las casas habita y comparte las fatigas la imagen de santa Bárbara.

Allí, en la pequeña y rectangular capilla custodiada por la puerta de forja y cristal, entre las rejas contempla el peregrino el lugar santo. Tiene éste un zócalo marrón, apoyado en el rodapié negro. El techo está rodeado por una escocia ribeteada de oro, es de color tierra Treviso y de él pende una lámpara. El altar se encuentra cubierto por un mantel blanco sobre el que han sido colocados tres ramos de flores y dos candelabros modernos. La titular se encuentra en el interior de una hornacina, custodiada por dos pilastras de mármol. La imagen presenta los elementos iconográficos alusivos a su vida: la torre a sus pies, el cáliz sobre el que se eleva la eucaristía y la palma del martirio, sustentados éstos por sus manos y la cabeza adornada por la corona real.

Finalmente cuenta Luis b. Lluch Garín antaño los devotos al pasar por allí echaban en el suelo monedas, a modo de ofrendas.

Lectura:   Eclesiástico 30, 21-25

Oración:  Padre. Con la Biblia en mis manos me asomo a esta ermita. Te escucho: “no te abandones a la tristeza / ni te atormentes con tus pensamientos / la alegría del corazón es vida para el hombre / y la felicidad le alarga los días”. Contemplo la torre, almena con tres ventanas en alusión a tu Divina Trinidad. Cuando los pensamientos nos encierran en la tristeza, tus hijos podemos escapar de ella si como Bárbara, abrimos el corazón a quien es el Amor.

Algemesí. Virgen de la Salud.


El peregrino sigue sumergido en el pueblo que levanta sus torres humanas, la “muixeranga” en honor de su patrona, la Virgen de la Salud. 

Así sorprende al caminante que busca a Dios en el casco antiguo de esta ciudad hallar bajo el voladizo de un balcón, situado en la confluencia de la calle Mare de Deu de la Salud con Domenech de Gamieta, una pequeña capilla dedicada a nuestra Madre.

La puerta adintelada, forjada por modernas rejas de aluminio y cerrada por ventanas de cristal, acoge la mirada de quien por devoción o curiosidad se asoma. Cuenta además con un pequeño zocalillo donde se anota la fecha “1976”.

En el interior queda el peregrino iluminado por la imagen de la Virgen de la Salud sedente, con el niño en un brazo, mostrando con la otra mano el lirio. Ésta es venerada en el interior de una hornacina. A su alrededor modernas pinturas representando la Anunciación, la Coronación de la Madre de Dios, San Joaquín y Santa Ana con la Virgen Niña, invitan al peregrino a la contemplación de los misterios marianos.

El espacio es rectangular con techo plano del que pende una lámpara de cristal, que ilumina a cuantos desde el atardecer hasta el amanecer se acercan al lugar. Todo él está bordeado por una escocia ribeteada de oro.  Las paredes laterales han sido adornadas con un zócalo y los motivos marianos “Fons Salutis” y “Pozo de Sabiduría”.

Contaba una vecina al ermiteador Luis B. Lluch Garin el día de la fiesta se abrían las puertas y llenaban la habitación de cirios, adornando “el carrer en banderes, paperets i palmeres, i el vent mou les paperets”.

Lectura:   Juan 19, 27b.

Oración:  Padre. “Desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”. Fácil es imaginar como la vida del discípulo amado cambió. Y no sólo la propia sino la de cuantos vivían cerca de ella en Jerusalén y Éfeso. Al asomarme por la ventana la miro y como el apóstol Juan la acojo en mí casa, para que ésta sea como la casa de Nazaret, un lugar donde en la noche de las personas se irradie la luz del Evangelio.

Algemesí. Cristo de la Agonía.


Ubicada frente al antiguo monasterio cisterciense “Fons Salutis” hallamos el santuario del que anotó Sanchis Sivera: “También se profesa gran devoción al Santísimo Cristo de la Agonía, que tiene su ermita fuera de la población, la que se construyó en 1792; la imagen es de madera, casi de tamaño natural, muy artística y de unción extraordinaria”. Fue en 1830 durante la celebración de las Siete Palabras en la parroquia cuando aterrorizados los asistentes por una fuerte tormenta se aclamaron al Cristo allí presente y éste mandó acallar los truenos

En 1932 fue derruida la primera obra, levantándose la actual en 1944, ubicada sobre el solar del antiguo cementerio.  Luis B. Lluch Garin ilumina el lugar con estas palabras: “El jardín romántico que circunda la Ermita del Santísimo Cristo de la Agonía, cubierto de hierba fargallona, duerme arrugado por el sol bajo el cristal de la mañana, y las palmeras de hojas vilordas nos cierran el paso entre cipreses recortados y setos de arrayanes bordeando rosales y geranios”.  

A él se accede por una puerta enrejada, en el corazón se halla la ermita con  porche delantero formado por tres arcos, frontón con óculo y espadaña con campana. Su interior es de planta rectangular con pilastras adosadas, bóveda de arista y presbiterio semicircular donde se venera la imagen del Cristo. Alberga en el subsuelo la cripta, donde fueron enterradas hasta 1961 las reliquias las mártires beatas María Teresa Ferragut Roig y sus cuatro hijas religiosas, María Jesús, María Verónica, Josefa Purificación y María Felicidad.

Lectura:   Macabeos 7

Oración:  Padre. Este jardín y el monasterio evocan el Edén, lugar de amor entre la criatura y el Creador. Pero para vivir hay que morir y para morir hay que amar. En las entrañas de este lugar sagrado descansaron la madre y las hijas mártires. Hoy contemplar el lugar te pido apagues en mi interior los truenos que estallan contra quienes me hicieron daño, como los apagaste en las mártires de Algemesí.

Algemesí. San Sebastián.


Al amanecer escuchamos el eco de las carretas camino de Valencia y los pasos de los labradores con los aperos en busca de los naranjales. Una hilera de hombres y mujeres nos salen al paso en la puerta de los Santos Abdón y Senen. Y entre ellos, en la noche de los tiempos, un anónimo carlista busca salvar la vida de quienes le persiguen, escondiéndose en este portal, bajo la mirada de “els Sants de la Pedra”. A ellos encomienda su persona y en su honor promete erigirles una ermita.

De este modo, habiendo regresado al presente efímero, el peregrino camina hacia el centro histórico por la calle Valencia, hallando a su derecha, custodiado por las casas y dos farolas, el santuario. Éste tiene puerta adintelada, con hojas de madera y dos ventanillas a través de las cuales, en la penumbra se contempla el interior. Sobre ellas se alza el retablo de azulejos del s. XVIII con la representación iconográfica de los mártires persas: cetro, espigas, racimos de uva y corona. Una ventana ilumina el lugar y sobre ella la espadaña con la campana, en la cual se halla grafiado: “SANTOS ABDON Y SENEN-VECINOS DE LA CALLE”. La veleta de hierro con las siluetas de los mártires y la cruz nos invita a contemplar el cielo, antes de pasear la mirada por el interior.

Éste está cubierto por una bóveda de aristas dividida mediante un arco fajón. Al fondo se halla el altar de dos cuerpos, en el superior se alza la Virgen del Rosario y en el inferior los santos titulares. Les acompañan en sendas peanas S. José y S. Vicente Ferrer. 

 

Lectura:   Mt 7,13-14

Oración:  Padre. Esta tarde, imagino el lugar, con su puerta de entrada a la villa de Algemesí. Escucho la palabra de tu Hijo: “Entrad por la puerta estrecha”. Penetro en mi corazón. De él parte una red de caminos, con sus puertas: anchas, hermosas, estrechas, ásperas. ¡Sólo las más insignificantes me conducen a ti! Porque ellas tienen rostro:  reyes despojados de sus coronas y cetros,  descartados del s.XXI, que malviven en las puertas de las iglesias, las ciudades, los países europeos.

Algemesí. San Onofre.


Sumergidos en los Caminos del Cid y de Santiago, alcanzamos la meta de la primera etapa de este último: Algemesí. Y allí, cual baluarte resistiendo frente al urbanismo industrial, último bastión de la huerta se levanta la ermita dedicada al santo anacoreta natural de Etiopía.

De ella escribió D. José Sanchis Sivera: “además hay que contar las ermitas dedicadas a Santiago, que es propia de la cofradía, la de San Roque, Santos de la Piedra, San Juan y San Bernardo mártir, todas dentro de la población, y la de San Onofre” (Nomenclator, pg. 61). Y completó la información el Diccionario Madoz, quien la situó en el camino real de Valencia.

Su origen se remonta al s. XV cuando un 12 de junio san Onofre se apareció al mismo tiempo al norte, sur y oeste de la ciudad de Valencia, es decir, en Museros, Algemesí y Quart de Poblet. Ante este prodigio el pueblo construyó una ermita en la huerta, dedicada al santo y  en 1643 el Consell de la Vila lo nombró patrono de la localidad.

Así el peregrino descubre junto al Cementerio Viejo el edificio todo él blanco, sobrio y elegante, con contrafuertes y ventanas entre ellos. La fachada cuenta con espadaña barroca, campana, cruz de hierro y veleta. El interior es neoclásico con pilastras acanaladas y embebidas terminadas en capiteles corintios sustentando arcos de archivolta en las paredes laterales. En ellas se veneran numerosos santos, quienes acompañan al patrono venerado en el altar de estilo renacentista. Éste cuenta con la imagen del titular, rodeado por el Sagrado Corazón, San José y Santa Teresa de Jesús y una pequeña estampa de la Beata Josefa Naval.

Lectura:   1 Reyes 17, 1-6

Oración:  Padre. Heme aquí como Elías y Onofre, dispuesto a retirarme interiormente, acallando en mi corazón los ruidos de la carretera y de mis caminos interiores. Me arrodillo y miro a través de la celosía. Los santos, iluminados por la luz, permanecen en silencio, con la mirada perdida en ti. Me abandono en ti, despojado como el profeta y el eremita, escondido en ti, esperando de ti.

Algemesí. La Troballa.


Acompañamos a los soldados del Cid en busca de las aguas de los ríos Magro y Júcar, adentrándonos en la ciudad de Algemesí. Allí, en la plazoleta formada por las calles Berca y de la Capella, se halla la ermita de “la Troballa”, hito que rememora el hallazgo en 1247 de la Virgen de la Salud por parte de un labrador. Talla, según algunos escritores, esculpida durante la estancia del Cid en la ciudad de Valencia y descubierta en la oquedad de una morera y trasladada por el párroco, los jurados y el pueblo a la iglesia parroquial.

En el lugar se levantó una iglesia románica y posteriormente, en 1960 el actual edificio, de ladrillo rojo con fachada donde sobresalen: la puerta está formada por dovelas, dos columnitas en las jambas rematadas por capiteles labrados y un relieve de la Virgen de la Salud, con las fechas “1247-1947”, situado en la clave; el rosetón de piedra y vidrio y el amplio frontón triangular rematado por cruz de piedra labrada. El cuerpo del edificio tiene muros reforzados por contrafuertes al que se le ha adosado en su parte derecha el campanario de largos ventanales, donde campea entre sus hermanas una campana fundida en 1750.

El interior es de estilo neogótico con vidrieras, rosetones, arcos ojivales que arrancan de las pilastras labradas y bóveda de crucería. Elementos que invitan a dirigir la mirada hacia la patrona de la ciudad, la Virgen de la Salud, quien preside el retablo, acompañada por los santos: Vicente Mártir y Ferrer, Roque, Juan Bautista, Jaime, Sebastián y Onofre.

 

Lectura:   Apocalipsis 21,6-7

Oración:  Padre. Apoyado en este pozo, contemplo la fachada de la ermita. El pozo es mi vida, vacía, sedienta. Frente a mí el santuario, la fuente de la salud, donde se nos da en la eucaristía a beber el agua de la vida. Contemplo la cruz en lo alto, los arcos, el relieve de la Virgen, la torre. Y me hablan, en el silencio, me susurran: gratuidad, “al que tenga sed, le daré a beber gratis de la fuente del agua de la vida”, “yo seré su Dios y él será mi hijo”.

Benifayó. Virgen de los Desamparados.


Regresa el peregrino al Camino del Cid, tejido los senderos y carreteras son memoria del caballero cristiano. Adentrándose en la comarca de la Ribera Alta, encuentra el municipio de Benifaió y después de visitar las torres de la plaza y Muza o “de l’Horta”, evocadoras de las fortalezas conquistadas con la espada Tizona, así como la iglesia de san Pedro, desciende hacia el sur. Y en la confluencia de las calles Ausias March y Ermita encuentra este santuario. 

Escribió José Sanchis Sivera: “cuenta con una hermita en honor de Nuestra Señora de los Desamparados” (Nomenclator, pg.120), pero desgraciadamente el edificio situado más cerca del centro urbano fue destruido en 1937. Los vecinos no olvidaron aquel lugar santo y en 1961 repararon la profanación, levantando el actual. Éste tiene fachada de tres grandes nichos, enmarcando el central un óculo vidriado, que corona un retablo de cerámica dedicado a la titular. Sobre ellos se levanta enhiesta la espadaña con campana y cruz de hierro forjado. Al cuerpo central le acompaña un cuerpo adicional a la izquierda de menor altura con tejadillo y dos ventanas enrejadas. A la que se suman dos óculos abiertos en la nave.

El interior tiene una sola nave rectangular, con bóveda de medio punto muy rebajada y dos capillas comunicadas por arcos en su lado izquierdo. El retablo es presidido por la Virgen de los Desamparados, obra del imaginero Tena, acompañada por lienzos pintados por María Rodrigo.

 Lectura:   Mateo 2, 13-15

Oración:  Padre. Sentado en el banco situado en la mediana de la avenida, contemplo la ermita, con la imagen de nuestra madre. Tomo la Biblia y leo el aviso del ángel a la Sagrada Familia. Ellos partieron hacia el continente que cautiva el alma, África. En Egipto vivieron aquellos años de destierro. Una mujer migrante, en sus brazos un niño, mostrando el Amor a cuantos a ellos se acercaban. Y en esta casa, ella sigue conviviendo con los vecinos, en el silencio de la mujer orante, la que escucha el corazón.

Picassent. Vallibana.


“Cuenta con una ermita dedicada a Nuestra Señora de Vallivana, fundada en 1738 por el canónigo de Valencia D. Antonio Taroges, que instituyó dos beneficios. […] Se hace historia de esta ermita y se describe minuciosamente en la Novena en honor de Nuestra Señora de Vallivana, escrita por el Dr. D. Francisco Soler Romaguera, Valencia, 1904”. Así anotó D. José Sanchis Civera  en relación con el corazón mariano de esta localidad de l’Horta Sud.

El origen de la ermita se encuentra durante el mes de marzo de 1738, cuando la población padeció unas calenturas contagiosas, acudiendo a la protección de la imagen venerada en su casa por el sacerdote Miguel Carbó, merced a la cual remitió la peste y sanaron los enfermos. En agradecimiento los vecinos levantaron la ermita, abriéndose al culto el 8 de julio de 1743.

La fachada es de estilo neoclásico, adornada con cuatro pilastras, rematada por una cornisa y una doble espadaña donde revolotean las campanas fundidas en 1940, Santa Bàrbera y Maria Vallivana. La cúpula de tejas azules y cobijas blancas es coronada por un remate de bola tallada y cruz de hierro forjado. El interior tiene de planta  de cruz latina, con bóveda de cañón y capillas donde se veneran las imágenes de s. Juan Bautista, el Cristo Crucificado y dos cuadros, obra de Juan Vicente (1952), alusivas a la patrona. Ésta preside el retablo neoclásico, acompañada por medallones con pinturas de san Valero, s. Vicente Mártir, s. Vicente Ferrer y s. Juan de Ribera.

 Lectura:   Juan 19, 25-27

Oración:  Padre. Aquella tarde la oscuridad cubrió el corazón del discípulo amado. El Maestro agonizaba en la cruz. Una voz se escuchó, “ahí tienes a tu Madre”. Aquellos días las tinieblas cubrieron a tus hijos en este lugar. Ellos azotados por la cruz también escucharon de tu Hijo, “ahí tenéis a vuestra madre”, acogiéndola en sus corazones. ¡Qué en los momentos de dolor sea capaz de mirar a lo alto para experimentar la presencia maternal de María! Ella siempre disipa la tiniebla de la desesperanza.

Alcasser. Virgen de los Desamparados.


Es en el triangulo dibujado por la A 31 y la A 7 donde se halla la ermita dedicada a la “Madre de todos los valencianos”, cual pequeño punto de color pintado en el tejido formado por carreteras, calles e industrias levantados donde antaño libremente fluía el agua de las acequias.

Así junto a la cuneta del antiguo camino de Silla, entre las calles Antic Regne de València y dels Argenters, se encuentra la ermita, pulmón espiritual del polígono industrial “L’Alter” de Alcasser. Tres palmeras evocan el milenario pasado agrario del lugar.

El edificio es de estilo neogótico, “con una fachada que acaba en frontón triangular muy agudo, rematado por cruz de hierro y con adornos piramidales que coronan las dos pilastras en las esquinas. La puerta es de arco ojival enmarcado por albanega, y sobre ella hay un zocalillo con el número 18 y, en el medio del frontón, un gran óculo ocupado por retablo cerámico con imagen de la titular, moderno. Dos grandes faroles de forja flanquean este retablo” (www.ermitascomunidadvalenciana.com).

Décadas atrás, en 1970, cuando el viajero peregrinaba por caminos de tierra, llevando su cámara de fotos en blanco y negro y una libreta, D. Luis describió “destaca en el interior de la capilla el ábside pentagonal, cobijando un altar y un retablo de obra con dos columnas limitando una estrecha hornacina con pared de azulejos y techo de cascarón”. “La Mare de Déu es igualeta que la de València”, le respondió una de las mujeres que hallaban en el lugar (cf. Luis B. Lluch Garin. Ermitas y Paisajes de Valencia, I, pg. 297).

Lectura:   Proverbios 6,-9

Oración:  Padre. Mientras contemplo esta ermita, cientos de personas trabajan en las manzanas de hormigón. Cual hormigas cargan y descargan las mercancías, recorriendo los pasillos de la nave y los caminos de asfalto. No puedo más que pedirte por ellos, por quienes trabajan en las industrias de este lugar y los transportistas que ella llegan. Padre cuídalos, no les falte trabajo a los obreros y clientes a los empresarios.

Albal. Santa Ana.


El viajero inicia el tramo “la Defensa del Sur” y acompañado por el Cid se dirige hacia Orihuela, atravesando Valencia, Benetusser, Alfafar, Massanassa y Catarroja, y deteniéndose en Albal, pueblo regado por las acequias Real del Júcar y de Favara. Allí en la frondosa pinada y bajo la mirada de la ermita descansa el peregrino.

Asciende hacia él la luz irradiada por la memoria: corría el año 1289 cuando un pastor de Torrente andando con su rebaño se durmió profundamente y al despertar halló en la cavidad  del tronco retorcido de un olivo la imagen de santa Ana, con la virgen niña en sus brazos.

Aquel lugar pronto fue venerado por las gentes de la comarca, levantándose en 1894 el edificio actual de estilo neogótico. Éste tiene fachada con atrio de seis arcos apuntados, sobre los que se levantan tres cuerpos delimitados por dos agujas en las esquinas con remate de chapitel y faldones y dos pilastras embebidas entre las que se alza la espadaña  con su campana de 1723 y cruz. El interior es de planta rectangular, bóveda de crucería, coro a los pies y cuatro capillas laterales cubiertas por bóvedas de arista, venerándose, entre otras l las imágenes de los patronos de la localidad: Santa Ana y san Blas. La imagen de la “Sentaneta” fue reconstruida en 1936 sobre los fragmentos profanados durante la Guerra Civil, abandonando el lugar tan sólo en contadas ocasiones: durante el cólera, en1964, 1989 y 2014.

El edificio además cuenta con la casa del ermitaño y en la parte posterior se conserva un retoño del olivo donde fue hallada la talla.

Lectura:   Eclesiástico 44, 10-15

Oración:  Padre. Bajo la mirada de esta ermita, recuerdo la historia transmitida por los antepasados de las buenas gentes de este pueblo. Medito tu palabra: “hubo también hombres de bien, cuyos méritos no han quedado en el olvido”. Y te pido por ascendientes, quienes a través de las tradiciones contadas en mi infancia me transmitieron la fe, la experiencia de un Dios que sale en el camino a nuestro encuentro.