martes, 15 de mayo de 2018

Quatretonda. San José.


Entre los pueblos de la beata Inés de Beniganim y los Corporales de Llutxent-Daroca se encuentra Quatretonda, y allí, en la calle Cristo de la Fe, próxima a la  carretera CV 612 se alza la ermita.

Bien merece el peregrino detenerse ante el humilladero o cruz de término situado frente a ella para contemplar los edificios, descritos a mediados del siglo XIX con estas palabras: “por el lado este de la villa, a la distancia de cuatrocientos pasos, se encuentra la ermita de san José, en una llanura de frondosos cipreses que sirve de paseo, junto a la cual está el calvario con todas las estaciones de piedra sillar” (Mádoz, VII, pg. 190). Este templo fue “edificado en 1607, y renovado en 1895”, venerándose allí el “Santísimo Cristo de la Fe, imagen a la que profesan devoción, que tiene gozos propios en castellano, escritos por el poeta Estanislao Alberola” (Sanchis Sivera, pg. 204), siendo restaurado en 1961.

El complejo religioso cuenta con la casa del ermitaño y el calvario, situados respectivamente en los paramentos izquierdo y derecho.

La  fachada de líneas barrocas queda delineada por seis pilastras de escaso relieve que enmarcan los elementos centrales: puerta a la que se accede subiendo cinco gradas y atravesando la verja de hierro, arco escarzano en la entrada, panel cerámico representando una escena del Milagro de los Corporales, rodeado por piedras con las inscripciones “S.IOSEP”, “IHS”, “IOH”, óculo redondo, reloj de sol y espadaña con la campana N.S. de Gracia de 53 kg., fundida en 1898 y reconstruida en mayo de 1989.

El interior cuenta con bóveda de cañón, retablo neoclásico donde se venera al titular y capillas dedicadas al patrono del municipio, el Cristo de la Fe, San Rafael y la V. de los Desamparados (Lluch Garin, 1968).

Lectura: Ezequiel 40, 17

Oración: Padre. Te escucho, “me condujo al atrio externo”. Eres Tú quien en tu Divina Providencia me has conducido a este lugar, donde se venera la imagen de tu Hijo crucificado. Me has llevado hasta aquí, para que contemplo tu gloria, acariciándome con la sombra del templo, dejándome amar por Ti.

 

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