martes, 15 de mayo de 2018

Beniganim. Iglesia del Cristo de la Sangre.


Habiendo visitado la iglesia parroquial de san San Miguel el caminante se dirige a la antigua morería del barrio la Isleta, las estrechas y laberínticas callejuelas le acompañan hasta la plaza situada a la derecha de la calle Sant Miquel. Allí contempla la primera iglesia parroquial de Beniganim.  

Su origen se remonta a la dominación musulmana, cuando en este lugar los moros construyen una mezquita. Tomada la población por las tropas de Jaime I, los cristianos se sirvieron de los cimientos de este edificio para alzar en 1391 un templo de los llamados de Reconquista. Posteriormente, a instancias del beneficiado mosén Luis Gomar fue ampliado con el crucero renacentista.

El campanario, construido durante el siglo XVI,  similar a las torres defensivas, sigue el patrón del románico. Cuenta  con  un cuerpo de dos tramos, divididos por sendas molduras, sobre este la sala de campanas con cinco ventanas y remata la estructura la balaustrada y una veleta. La única campana fue bautizada con el nombre de Leonor, siendo fundida en 1940.

La amplia nave de arcos góticos diafragmáticos, de plano semejante al de las iglesias de Sant Feliu (Xàtiva) y la Sang (Lliria), dirigen la mirada hacia  el  crucero dominado o por el “horror vacui” o miedo al vacío, merced al cual las paredes durante el siglo XVIII fueron recubiertas por cerámica de Manises y frescos de temática bíblica inspirados en los grabados impresos en las biblias. Los ángeles, los profetas y los cuatro evangelistas, escenas del Antiguo y Nuevo Testamento y particularmente de la Pasión, la Ascensión y la Gloria lo elevan al espacio sobrenatural. En el centro del altar la imagen del Cristo de la Sangre postra el alma, sosegándola en la eternidad de la velada mirada del crucificado.

Lectura: Salmo 36, 6.

Oración: Padre. Contemplo el rostro de tu Hijo. Me hablas: “Señor, tu misericordia llega al cielo”. Desde la tierra de mi vida donde Él clavó la cruz hasta el cielo, tus ojos inclinados hacia mí. Repito la frase en mi interior mientras fijo la mirada en el rostro de quien, por amor a Ti,   me amó, me ama hasta el extremo. 

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