miércoles, 3 de agosto de 2016

Montesa. Santa Cruz.


“Situado en las faldas meridionales de un cerro que la domina por norte y oeste, sobre una altura que se eleva en medio de un ameno y frondoso valle, poblado de olivos y algarrobos; la baten generalmente todos los vientos; su clima es templado y las enfermedades más comunes catarros e inflamaciones”. Así describía el municipio de Montesa en 1848 el “Diccionario geográfico-estadístico-historico de España y sus posesiones de ultramar”, tomo XI, pg. 554, de Pascual Madoz. Ciertamente nos encontramos ante uno de los pueblos con mayor encanto de la archidiócesis, dominado por el castillo habitado hasta el terremoto de 1748 por los Caballeros de Montesa, cuyo manto medieval se extiende por la iglesia y las casas del centro histórico, separados de las ermita de la Santa Cruz  y Calvario por el barranco de La Font Santa.

Es después de visitar su hermana situada en la ladera, cuando el peregrino asciende por un sendero hasta este lugar donde sobre las tierras de secano han crecido los regadíos surcados por los caminos de hierro y asfalto. En la soledad del cerro, anota museumontesa.com, se alza la sencilla edificación de dos cuerpos, con espadaña sin campana sobre la unión de los tejados. Construida durante el s.XVI, el interior es sencillo, de planta rectangular, bóveda de cañón rebajada y entrada lateral, presidiendo el lugar la cruz y el altar. Mientras la sombra de la memoria se extiende al recuerdo de los ermitaños que vivieron en el lugar hasta finales del siglo XX, iluminándose el domingo próximo al tres de mayo con la misa y bendición de términos.

Lectura: Isaías 2, 1-3

Oración: Padre. Desde la ermita del Calvario Isaías me habla, invitándome a contemplar el templo del Señor sobresaliendo sobre los montes, dominado sobre las colinas. Y él se alza, sencillo, sin campana, sin más signo religioso que una desnuda cruz. Alzo la mirada y le digo a mi alma “venid, subamos al monte del Señor” y te pido que encuentre siempre la senda que me conduce a ti.

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