“El Cid, al
ocuparla [Sagunto] el 23 de junio de 1098, subió con sus tropas al castillo y
entonó allí la clerecía el Te-Deum, haciendo celebrar Misa y ofrecer dones a
Dios” (J. Sanchis Civera). Y fácil es imaginar contemplaría los cerros que
protegían la árabe Murviedro.
En uno de
ellos, situado a 81 m. sobre el nivel
del mar, a 1,7 km. de la ciudad, en el margen izquierdo del río Palancia y
junto “Camí Vell de Terol” y la autovía
Valencia-Barcelona se levanta la ermita, construida a finales del s.XIII. Ésta
fue representada por Anton Van den Wyngaerde en la “Vista de Murviedro” (1563),
habitada por un ermitaño durante el s.XVII y por los enfermos heridos por la
peste bubónica (1648) y el cólera (1885), además de recibir la visita de los viajeros.
Sin embargo en
1979 Luis B. Lluch Garin escribía en Las Provincias: “todo está lleno de
cascotes, escombros, ripios y maleza que se empeña en vivir brotando entre las
juntas de los ladrillos del viejo piso”. Esta suerte cambió gracias a la
Cofradía de Chóferes de San Cristobal de Sagunto, quienes cerraron los techos,
la restauraron, al tiempo que levantaron la espadaña y donaron la campana de 30
centímetros de diámetro y 16 k., fundida en 1984.
La ermita es
rectangular, con varios cuerpos, dominada en el centro del cuerpo por un gran
arco muy abierto, de sillares y forma ojival que arranca desde el suelo.
Integran la edificación la sacristía, la torre de vigilancia, la casa del
ermitaño y el patio con su aljibe.
Lectura: Isaías 40, 28-31
Oración: Padre. Los jóvenes se cansan y se fatigan pero los que
esperan en ti subirán con alas de águila y andarán sin cansarse. Oro mientras
contemplo este lugar. Escucho en mi interior la profundidad de las plegarias de
los caminantes que buscaban la protección del santo. Un alto para hallar
fuerzas. Pienso en los que me quedan por recorrer y con el profeta se que tú
das vigor al hombre fatigado y contigo ningún peligro puede impedir alcance el
destino de mi vida: tu Hogar.
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