martes, 29 de abril de 2014

Gilet. San Miguel.




La población donde se halla la ermita se encuentra en las laderas septentrionales de la sierra Calderona, entre los cerros del Salero y San Miguel, quienes la protegen frente a los vientos y tempestades. Siguiendo las calles “Sant Miquel” y “Pujà de l’Ermita” llegamos al calvario que nos conduce a la cima dedicada al santo arcángel. Las estaciones del via crucis fueron levantadas durante el s. XVIII por los vecinos a instancias del último señor del pueblo, el Marqués de Llançol.

Coronada la sonrosada cima pétrea de rodeno la mirada contempla en el horizonte la celeste silueta del Mediterráneo y del castillo de Sagunto y ante ella la blanca fachada de la ermita, custodiada por las dos últimas estaciones adosadas a ésta. Sobre la puerta un arco de descarga y un ventano abocinado y ciego invitan a escuchar desde la espadaña el sonido de la campana, fundida a finales del s. XX, sones metálicos que acarician la cruz situada en lo alto de la ermita.

El interior del santuario mide 15 x 17 metros,  es rectangular con una sola nave, tiene bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos cegados entre los contrafuertes, cuenta con sacristía. El altar de estilo neoclásico está formado por dos pilastras acanaladas, dos columnas con capiteles jónicos, la hornacina donde se venera San Miguel con la espada en alto, derrotando al demonio y los cuadros del Sagrado Corazón y la Virgen de los Desamparados. La venerada imagen es descendida por los jóvenes el último viernes de agosto. Éstos llevan en sus manos bengalas encendidas.

 

Lectura:  2 Corintios 6,3-7

Oración: Padre. Hoy me hablas y despiertas en mí deseos de seguir entregando mi vida a ti “con paciencia, con bondad, con un amor sincero”. No es fácil ser cristiano en nuestra sociedad y sin embargo como Miguel somos necesarios para decirle a los hombres de nuestro tiempo que es posible vencer el mal, si lo hacemos con la blancura de esta ermita, sin desacreditar nuestro bautismo, como servidores del Evangelio.

 

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