La población
donde se halla la ermita se encuentra en las laderas septentrionales de la
sierra Calderona, entre los cerros del Salero y San Miguel, quienes la protegen
frente a los vientos y tempestades. Siguiendo las calles “Sant Miquel” y “Pujà
de l’Ermita” llegamos al calvario que nos conduce a la cima dedicada al santo
arcángel. Las estaciones del via crucis fueron levantadas durante el s. XVIII
por los vecinos a instancias del último señor del pueblo, el Marqués de
Llançol.
Coronada la
sonrosada cima pétrea de rodeno la mirada contempla en el horizonte la celeste
silueta del Mediterráneo y del castillo de Sagunto y ante ella la blanca
fachada de la ermita, custodiada por las dos últimas estaciones adosadas a
ésta. Sobre la puerta un arco de descarga y un ventano abocinado y ciego
invitan a escuchar desde la espadaña el sonido de la campana, fundida a finales
del s. XX, sones metálicos que acarician la cruz situada en lo alto de la
ermita.
El interior
del santuario mide 15 x 17 metros, es
rectangular con una sola nave, tiene bóveda de cañón con arcos fajones y
lunetos cegados entre los contrafuertes, cuenta con sacristía. El altar de
estilo neoclásico está formado por dos pilastras acanaladas, dos columnas con
capiteles jónicos, la hornacina donde se venera San Miguel con la espada en
alto, derrotando al demonio y los cuadros del Sagrado Corazón y la Virgen de
los Desamparados. La venerada imagen es descendida por los jóvenes el último
viernes de agosto. Éstos llevan en sus manos bengalas encendidas.
Lectura: 2 Corintios 6,3-7
Oración: Padre. Hoy me hablas y despiertas en mí deseos de seguir
entregando mi vida a ti “con paciencia, con bondad, con un amor sincero”. No es
fácil ser cristiano en nuestra sociedad y sin embargo como Miguel somos
necesarios para decirle a los hombres de nuestro tiempo que es posible vencer
el mal, si lo hacemos con la blancura de esta ermita, sin desacreditar nuestro
bautismo, como servidores del Evangelio.
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