Una montaña
asoma su rostro sobre Alberic, otea para contemplar la comarca de la Ribera
Alta, mientras esconde el edeniano jardín, donde Dios se pasea.
El
peregrino contempla el amanecer y el atardecer: las madres cuidan de los hijos
pequeños, dos ancianos sentados recuerdan. En el silencio se escucha el juego
de los niños. La cruz de piedra asentada sobre una columna dórica señala el
camino. Y asciende el creyente acompañado por las estaciones del calvario de
blancas casitas, con tejadillo de tejas rojas, panel de cerámica valenciana y
leyendas con los benefactores. Entre ellos el Jurado Local de Riegos, el
Sindicato Arrocero, la Sociedad Cooperativa La Protección Agrícola y el
Sindicato Local de Policía Rural. Tierras cultivadas por el oro blanco de las
aguas del Jucar.
Así
alcanza lo alto. Se detiene. Contempla los serpenteantes caminos, con sus lagos
y riachuelos, el puesto de la Cruz
Roja, la ermita y casa del ermitaño, sede de Protección Civil. Las piedras,
confidentes, le cuentan su historia: la visita pastoral de 1742 y la primera
misa celebrada en el lugar, las posteriores restauraciones en 1898 y 1995.
Y la
memoria le habla con las palabras de D. José Sanchis Sivera: “situada en la
colina que está al lado de la villa, delicioso mirador rodeado de verdura, con
una magnífica iglesia”. Eleva la mirada hacia ella, austera, con escasez de
ornamentación, rompiendo la línea del cielo la esbelta cúpula de tejas azules y
nervios blancos y la torre con su campana fundida en 1759.
La
imaginación trata de pintar el interior, hogar de santa Bárbara, san Francisco
y los pasos de la semana santa, mientras lee a Luis B. Lluch Garin. Paz, es lo
que siente en este lugar. El sol penetra en las montañas de Tous, Cristo
atardece en el corazón.
Lectura: Salmo 144
Oración: Padre, “toca los montes, extiende tu mano
desde lo alto”. Toca mi vida, visítame al atardecer, que tu mano me levante y
al descender de la montaña guie a este soplo, esta fugaz sombra, en tu infinita
eternidad.
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