122.L’Ollería.
Virgen de Loreto.
El peregrino asciende por las calles medievales
desde el templo parroquial, hallando en su caminar la “Casa de la Vila”,
singular edificio renacentista del siglo XVI, con su reloj de sol, los arcos de
la planta baja exenta y el balcón del salón de sesiones.
Metros más arriba en la plaza de Loreto halla el
santuario del siglo XVIII de fachada barroca y sobria. Allí durante unos
minutos descansará, sosegado bajo la mirada de Jesús Sacramentado y la patrona
de l’Ollería.
Quien sabe si en su imaginación no encontrará a
algún fraile dominico descendiendo por las calles para predicar en Montaverner.
¿Será quizás fray Llorens de Esplugues, agullentino autor de los gozos del
Cristo de la Paciencia de Montaverner? Quizás se confunda con fray Bartolomé
Albinyana o fray Francisco de Villareal, quienes por aquellos años de 1723-1740
bajaban a Montaverner, predicando el sermón cuaresmal y bautizando a cuantos la
noche anterior habían nacido.
Porque el lugar donde se halla fue en tiempos
previos a las desamortizaciones y exclaustración del siglo XIX. Allí llegaron
los hijos de santo Domingo de Guzmán, cobijándose en la pequeña ermita dedicada
a la Virgen de Loreto y alzando en 1579 el convento.
De él queda la iglesia con su torre árabe adyacente
adaptada para el campanario donde cantan S. Vicente Ferrer (1887), María
Dominga (1882), María Loreto (1956) y Verge de Loreto (1997).
El interior, abierto todas las mañanas, es profundo
y espacioso, con el altar donde se venera la imagen de la titular, talla del
siglo XVI. Doce capillas alojadas entre los contrafuertes, el coro, ábside,
transagrario y sacristía ofrecen un lugar agradable para encontrarse con Dios y
uno mismo.
Lectura:
Judith 4, 9-13
Oración:
Padre. En este hospital de campaña, junto al centro de salud, ¡cuántas
personas se acercan a rezar para les ayudes en las batallas de su cuerpo contra
la enfermedad”. “El Señor oyó su voz y se dio cuenta de su angustia” (v.15). En
aquel tiempo suscitaste a Judith. En el presente a María, ella es nuestra
heroína, la que mantiene en el combate viva la esperanza.
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