miércoles, 31 de mayo de 2017

L'Ollería. Abdón y Senen (Capuchinos)


123.L’Ollería. Convento de Capuchinos San Abdón y Senen.

 

Asciende por el “Camí de Caputxins” al desierto donde el peregrino se encuentra con Francisco a los pies de la montaña, recogido en una ermita.

“A dieciocho minutos del pueblo en esta misma dirección está el convento de capuchinos; éste y el de Dominicos ha sido concedido por el Gobierno al ayuntamiento, para escuelas, hospital y Lazareto” (Madoz, año 1849), éste fue “fundado en 1601 con el título de los Santos de la Piedra, sobre la antigua ermita dedicada a los mismos, cuyos religiosos expulsados en 1835, fueron reintegrados en 2 de agosto de 1886” (Sanchis Sivera, año 1922).

El primer edificio, siguiendo la página capuchinosolleria.com, era pequeño, sencillo y funcional, construido entorno al claustro con cisterna, destinándose el segundo piso para el noviciado. A partir de 1984 los frailes comenzaron la restauración, abriendo en 1987 el primer museo de L’Ollería dedicado al vidrio, cuya colección fue ampliada en 2009.

Entre los religiosos que vivieron en su claustro se encuentran: los venerables padres  Luis de Masamagrell (Luis Amigó) y Francisco de Orihuela. Además en el Archivo Parroquial de Montaverner se anotan entre otros los nombres de fray Domingo de Albalate (1715), fray Miguel de Albaida (1733), fray Bartholomé de Adzeneta (1735), fray Fulgencio de Bihar (asistente de la iglesia en 1738).

Entre las dependencias del convento sobresale la iglesia dedicada a los titulares, de nave central amplia, con pinturas murales e imágenes de Remigio Soler y Enrique Galarza, respectivamente; el claustro con grisallas o pinturas en tonos grises y negros del s.XVII-XVIII en los lunetos, el antiguo refectorio o comedor, transformado en museo, la hospedería en las celdas de los novicios, la sala con cuadros del pintor italiano Oscar Mazrali y el acueducto.

Lectura: Salmo 130.

Oración:  Padre.  Aquí en el calvario medito el salmo penitencial “De profundis” rezado por los capuchinos antes de entrar al refectorio. “Desde lo hondo a ti grito, Yahvé”. Verso a verso, en silencio, fijando la mirada en la fachada.

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