El peregrino se adentra siguiendo
la “Ruta dels Monestirs” o sendero de Gran Recorrido 236 (Gandía-Alzira). Éste le
conduce al frondoso valle de la Murta o “Vall dels Miracles”.
Allí le esperan 1,5 kilómetros, los que
distan desde la casa del guarda hasta las monacales ruinas. Los pasos le guían,
acompañado por la callada presencia de los fresnos, laurel, carrascas, madroños,
mirtos, algarrobos y palmitos y plantas medicinales, consideradas antaño
milagrosas. Escondidos entre las rocas y los árboles, vigilan sus pasos, taciturnamente,
el águila perdicera, el búho real, la perdiz roja, el zorro y el conejo. En lo
alto otean el mar y la ribera, los picos
del “Cavall de Bernat”, la “Creu del Cardenal” y la “Ratlla”. Silencio y paz,
mientras desgrana las cuentas del rosario y busca entre los árboles la luz de
quienes en el lugar habitaron. Así desciende por la valle del tiempo al siglo
VI, encontrando en oración al africano san Donato y compañeros monjes servetanos.
Mientras asciende hacia el corazón del valle salen a su encuentro un grupo de
ermitaños, alegres por la noticia: el caballero alcireño Arnau de Serra, señor
de la Murta, con la licencia del rey Pedro el Ceremonioso les ha donado el
valle, construyendo once ermitas.
Antes de alcanzar el barranco de la
Murta le saluda fray Domingo Lloret monje del monasterio jerónimo de Cotalba
(Alfahuir), quien con otros hermanos se han establecido en el lugar, creciendo
regados por la regla de san Agustín y espiritualidad de san Jerónimo. Con ellos
descubre, cual amanecer, las ruinas. Se detiene. Goza de la vegetación, las
rocas y las centenarias piedras.
Lectura: Daniel 3, 52-90
Oración:
Padre.
Antes de cruzar el puente uno mi oración a la plegaria de los monjes.Con los
tres jóvenes cautivos invito al sol y la luna, les estrellas, los montes,
colinas y plantas, las aves del cielo y cuantos en este lugar resplandecen, te
alaben a ti. En silencio abandonado en Ti, rezo, alabándote por las criaturas
sostenidas por tu Providencia.
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